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Introducción
Comité Editorial
En el presente artículo se analizan las apariencias de desdicha entre los chilenos a partir de interpretaciones clásicas de la felicidad. En filosofía existen dos corrientes al respecto: una que liga la felicidad al cultivo de la virtud, la sana convivencia y la producción de sentidos y la otra que se supone la cuantificación de los agentes gratificantes para maximizar una "función de utilidad". A continuación, el examen de la actual realidad chilena constata sus profundas fragmentaciones estructurales, con formas muy heterogéneas de felicidad o desdicha. Se describen tres condiciones agravantes de la realidad nacional: en el mundo globalizado, la chilena es una sociedad marginal (en consecuencia, perpleja frente a la tecnología moderna); hay una crecientes inseguridad frente al futuro, tanto de los ciudadanos como de las instituciones, y existe un apérdida generalizada del sentido del trabajo, en que el desempleo no es sólo un fenómeno económico coyuntural. A pesar de ello, se vislumbran tres direcciones de progeso posible. Ellas están dadas por la refundación de la convivencia a escala nacional (y el progresivo cumplimiento por parte de Chile con la Declaración Universal de los Derechos del Hombre); el surgimiento de una nueva convivencia globalizada en que, por sobre las identidades nacionales, aflores la conciencia global; y al refundación de la cosa pública, en que reaprendamos a valorar y pagar el costo de los espacios y servcios comunes. |
En Chile sin duda hay mucha gente que lo pasa mal. Una cuota de desdicha es parte inevitable de la experiencia humana. Más aún en un país como el nuestro - chico, distante, católica, todavía pobretón, malo para el fútbol y propenso a los terremotos. Pero de ahí a concluir que con nuestras propias acciones nos hemos condenado al sufrimiento, como hace hoy tanto profeta de la depresión, hay un gran trecho. Chile, en el lenguaje de los todopoderosos publiscitas, es un país en marcha. Pero marchamos cojeando y asustados de lo que podamos hallar en la próxima vuelta del camino. Los grupos altos y medios lideran la marcha y por lo tanto son los más asustados. Como la prensa y la tele les prestan una atención desmedida, sus temores individuales o familiares se han convertido en obsesiones mediáticas. Vivimos mejor, pero nos preocupamos más. ¿Atributo inevitable de la modernidad? Quizá. Lo único cierto es que peor sería estarnos quejando del fenómeno opuesto. |
Un ciclo de pésimismo, semejante a otros que Chile ha vivido en el pasado, se ha instalado en el clima naconal por más de dos años. Una parte de ello se relaciona con el estancamiento de las cifras "duras" de la economía, que afectan las expectativas y la confianza; la otra puede atribuirse a la demora del gobierno en percibir que el problema de las señales era crítico para su gestión. En lugar de quejarse por el comportamiento empresarial, por lo demás previsible, el gobierno de Ricardo Lagos podría haber avanzado más rápido analizando cómo se configura ese mundo, cuál fue su origen y hacia dónde evoluciona hoy. Cuando el Ejecutivo parece haber rectificado la ambigüedad de sus señales iniciales, carece todavía de un horizonte estratégico, una definición que le permita, por ejemplo, impulsar el desarrollo de una "tercera generación" de empresarios desvinculada de las cargas ideológicas de las anteriores. |
El primer momento en la investigación científica reside en la atención en el fenómeno. Para un psicoanalista esto está centrado en el escuchar. Como sabemos, el lenguaje humano es simbólico, lo que remite a la comunicación, tanto verbal como no verbal, condensa numerosos pensamiento, emociones y fantasías en el mundo humano personal. El fenómeno de la comunicación que sustancia la relación entre las personas es el campo de trabajo del psicoanalista. Allí éste escuha, analiza e interpreta con el fin de provocar pensar en la mente dle paciente. Analógicamente, una cultura humana tiene su lenguaje y una multitud de voces que componen sus espacios y sus tiempos. Quien desea comprender lo que ocurre en una sociedad debe tratar de escuchar con atención sus voces sabiendo que en todas ellas están condensados los pensamientos y emociones de sus miles de ciudadanos. Esas voces suenan en las calles, en los medios de comunicación, en la intimidad de los hogares, en la formalidad de las oficinas. Con un fin ordenador y una expectativa de predicción, podemos acudir a la estadística. Sin embargo, por un furor científico, no deberíamos dejar de lado la atención a esas voces y a su interpretación como una vía para comprender lo que esta ocurriendo en el alma inconsciente de la comunidad. Este es el intento del presente texto y de su formato para el que se interese en escuchar. |
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