El Instituto Milenio para la Investigación de Imperfecciones de Mercado y Políticas Públicas (MIPP), albergado en nuestro departamento, invitó a Valentina Contreras, exalumna y actual investigadora del investigadora en el Instituto Internacional de Desigualdades en la London School of Economics y research manager (gestora de investigación) de la Latin American and Caribbean Inequality Review, a un seminario que se realizó en nuestras dependencias.
Su exposición se llamó “Descifrando el código: uso de la acción afirmativa para reducir la brecha de género en STEM” y presentó sobre un artículo que investiga cómo las políticas de acción afirmativa centradas en el género pueden abordar el hecho de que a pesar de representar la mitad de la población mundial, las mujeres constituyen solo el 35 por ciento de los graduados en Descifrando el código: uso de la acción afirmativa para reducir la brecha de género en las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM) en todo el mundo.
Valentina tiene un doctorado de la London School of Economics and Political Science y es Ingeniera Civil Industrial y Magíster en Economía Aplicada de nuestro departamento, por lo que su estudio evalúa dos iniciativas de acción afirmativa distintas de las principales universidades chilenas destinadas a aumentar la participación femenina en la ingeniería.
– En tu investigación sobre las desigualdades de género en STEM, ¿cuáles dirías que son las principales barreras para la participación de las mujeres?
El problema es complejo, probablemente con muchas variables interactuando, pero considero que dos de las principales barreras que explican la brecha de género en STEM son las diferencias de género en desempeño en matemáticas y las diferencias en el interés por las ciencias entre niñas y niños.
En muchos países, incluido Chile, las niñas tienden a obtener resultados más bajos en matemáticas en comparación con los niños. Sin embargo, no parece que esta diferencia tenga un origen biológico. De hecho, la evidencia empírica sugiere lo contrario, en países como Finlandia y Suecia, las niñas superan a los niños en matemáticas. Si las brechas varían en dirección según el contexto, es probable que las diferencias están influenciadas por factores socioculturales.
Algo similar ocurre con el interés en las ciencias. Según los datos de las pruebas PISA de la OCDE, las niñas, en la mayoría de los países, muestran un menor interés en carreras relacionadas con ciencias y matemáticas, además de tener menos confianza en sus habilidades para resolver problemas científicos. Lo interesante es que esta falta de confianza e interés se observa incluso cuando niñas y niños tienen un desempeño similar en términos absolutos en estas áreas.
Yo creo que estos patrones reflejan la influencia de normas sociales y expectativas culturales que afectan tanto el rendimiento como las preferencias de las niñas.
– ¿Qué mensaje le darías a las mujeres jóvenes interesadas en seguir una carrera en economía o STEM?
Les diría que sí, que pertenecen a estos espacios, que hay lugar para ellas y que su participación es fundamental. Las necesitamos, porque el talento de las mujeres es clave para avanzar en la ciencia y la innovación.
La mayor participación de mujeres en STEM no solo las beneficia a ellas mismas ni se limita a una cuestión de equidad (aunque ambas son razones poderosas), sino que también tiene un impacto positivo para toda la sociedad. La diversidad en STEM es esencial para abordar los retos más complejos y para impulsar el desarrollo social y económico de manera sostenible.
La ciencia y la innovación prosperan cuando todas las personas tienen la oportunidad de aportar sus ideas y habilidades. Dejar fuera a la mitad de la población significa desperdiciar un enorme potencial.
– ¿Qué recomendaciones darías a las autoridades de América Latina para abordar las desigualdades de género y educativas?
Primero, reconocería los importantes avances que América Latina ha logrado en la reducción de las brechas de género en la educación. Hoy en día, hombres y mujeres tienen niveles similares de participación en la educación superior, y en países como Chile, las mujeres incluso superan a los hombres en matrícula por uno o dos puntos porcentuales. Sin embargo, persisten desafíos significativos, particularmente en la baja participación de mujeres en carreras de ciencias y tecnología, que no solo son áreas clave para la innovación, sino que también suelen estar mejor remuneradas que aquellas donde las mujeres están sobrerrepresentadas, como las humanidades.
En esto yo creo que el cambio más importante es el cultural, enfocado en transformar las normas y los estereotipos de género. Ideas como “las mujeres son malas para las matemáticas” o “las ciencias e ingenierías son para hombres” son prevalentes, y siguen limitando las aspiraciones de niñas y jóvenes. Este tipo de cambios son difíciles y requieren de un esfuerzo sostenido en múltiples niveles: por ejemplo, a través de programas educativos que fomenten la confianza de las niñas en STEM, o de campañas de sensibilización para desafiar los estereotipos existentes actualmente en la sociedad.
Claramente, es un desafío complejo, pero el cambio en normas sociales es clave para construir una sociedad más equitativa y aprovechar el talento de todas las personas.
– ¿Qué políticas públicas han sido más efectivas para reducir estas brechas y por qué?
Políticas más concretas y relativamente rápidas de implementar son las políticas de “acción afirmativa”. Estas intervenciones buscan reducir las desigualdades al nivelar las oportunidades y mitigar los efectos de brechas históricamente injustas.
Entre estas políticas, yo destacaría el programa de equidad de género que la Universidad de Chile lanzó en 2014 para aumentar la participación femenina en la escuela de ingeniería. El programa inicialmente consistió en asignar 40 cupos adicionales a mujeres que quedaron justo bajo el puntaje de corte en la lista de espera. Durante mi doctorado, tuve la oportunidad de estudiar esta política y los resultados mostraron que fue muy efectiva. No solo incrementó la matrícula femenina gracias a los cupos extras, sino que también incentivó a más mujeres con puntajes competitivos a postular y matricularse en la escuela. Además, el aumento en la proporción de mujeres en primer año tuvo un impacto positivo en la retención: menos mujeres abandonaron la carrera. Esto demuestra que la política no solo aumentó la participación, sino también fomentó la persistencia de las estudiantes en un entorno que históricamente ha sido percibido como masculino.
Yo pienso que esta política envió el mensaje a las postulantes y alumnas de “ustedes son bienvenidas y pertenecen aquí”. Este caso muestra que intervenciones específicas y bien diseñadas no solo pueden incrementar la representación femenina en STEM, sino que también pueden empezar a generar un cambio cultural que promueva la equidad y la diversidad en estos espacios.
Fuente: Tomás Franz Urrejola, Instituto Milenio MIPP